Jesucristo es la figura histórica y religiosa más significativa que existe. Su vida y paso por la Tierra fueron tan impactantes que civilizaciones y sociedades enteras se construyeron sobre Sus enseñanzas, incluso la forma en que medimos el tiempo está influenciada por Él. Los historiadores modernos pueden intentar cambiar las siglas, pero la verdad es inmutable: nuestros años se cuentan a partir del nacimiento de Cristo, en el Anno Domini. Jesús estableció la Santa Iglesia Católica de Roma a través de Su apóstol Pedro, y aunque hayan pasado siglos de cismas y reformas, el cristianismo sigue siendo la religión más grande del mundo.
Más allá de su importancia histórica está su relevancia religiosa. Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías profetizado, nacido de la Virgen María. Su venida a la Tierra, registrada en los evangelios de Sus apóstoles, cuenta una historia de amor y compasión, de piedad y perdón, en un mundo sumido en tinieblas. Sobre todo, es una historia de salvación.
Dos mil años después de Su muerte, celebramos Su nacimiento en Navidad y Su resurrección en Pascua. Rezamos en Su nombre y nos unimos en matrimonio ante el altar de Su Iglesia. Con respeto y reverencia, hemos creado esta estatua de Cristo con Su Sagrado Corazón, símbolo de Su amor por todos los hijos de Dios.
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